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Se nos ha prometido la seguridad de la salvación. Es decir, cuando una persona recibe a Cristo por la fe, será guardada hasta el día final. En la Escritura esta promesa está presentada muchas veces y de muchas maneras. Dios ha prometido guardarnos hasta el último día. Dios nos preservará hasta el final .

Ahora bien, las Escrituras también nos exhortan a perseverar hasta el final y esto no contradice el hecho de que Dios nos guardará. Ambas verdades están presentadas en las Escrituras. Es decir, Dios nos preserva y nosotros perseveramos. Quizá el texto donde ambas realidades están presentadas juntas lo encontramos en una carta de Pablo: ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:12-13).

Dios usa el esfuerzo y la diligencia del hombre para guardarlo de la caída. El Señor no nos guarda aparte de nuestro esfuerzo. Él nos guarda de caída, por medio y a través de nuestra obediencia.

¿Qué es caer?

La palabra caer, es usada en varias formas en la Escritura, pero en general podemos tomar en cuenta 3 aspectos a los que la palabra caída se puede referir. Ciertamente podemos decir más, pero caer no es menos que esto:

Lo primero que podemos decir, es que se refiere a caer en un pecado, una actitud o una postura que afecte nuestra comunión con Dios. Un pecado, actitud o postura que apague nuestro gozo y nos quite entusiasmo. Lo segundo, es caer en un estilo de vida que produzca el permanente desagrado y desaprobación de Dios, al punto de afectar seriamente nuestras recompensas eternas. Lo tercero, es que se refiere a caer en una actitud de abierto desafío a Dios, un estado de rebeldía que demuestre que no éramos de Cristo. Caer en un estado tal, que evidencie nuestra verdadera naturaleza y revele que no éramos creyentes genuinos.

Cómo evitar la caída, según Pedro

Ahora bien, el apóstol Pedro nos ayuda a entender un aspecto de la responsabilidad del creyente en este sentido. Prestemos atención a sus palabras:

 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás (2 Pedro 1:10)

El apóstol está exhortando a los creyentes a hacer firme su llamamiento y elección (esto merece un artículo aparte), y les dice que “haciendo estas cosas, no caeréis jamás”. En resumen, lo que Pedro nos está diciendo es que para no caer, el creyente debe hacer ciertas cosas. Es decir, que el creyente es responsable ante de Dios de hacer algo. Pero el apóstol nos dice, que “haciendo estas cosas” será la manera como el creyente es guardado. La pregunta lógica es ¿y a cuáles cosas se está refiriendo Pedro? ¿Cuáles son las cosas que debo hacer como creyente para no caer jamas? La respuesta la encontramos en los versos 5 al 7:

vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor (2 Pedro 1:5-7)

La versión en inglés dice “esfuérzate para añadir a tu fe”. Es decir “trabaja, se diligente y cultiva estas gracias”. El apóstol Pedro nos está llamando a cultivar el carácter de Cristo y a esforzarnos para que el fruto del Espíritu sea más evidente en nuestras vidas. El apóstol describe cada una de las cosas que deben ocuparnos, para que abunden en nosotros.

Ahora bien, antes de mirar brevemente a cada una de ellas, no debemos pensar en estas, como siete virtudes separadas. Todas son, por así decirlo, una sola cosa: El fruto del Espíritu (el efecto, la prueba, el resultado de la obra del Espíritu en nosotros). Un solo elemento con varios componentes y que tienen varias expresiones que no debemos descuidar para que siempre estén presentes.

Virtud. Esta palabra aparece pocas veces en el Nuevo Testamento y en tres ocasiones es usada para referirse a Dios y expresa su excelencia moral. Es decir, la palabra virtud refleja el carácter de Dios y cuando es aplicada a nosotros se debe entender como la excelencia moral que debe caracterizar al creyente. La cualidad que refleja el carácter moral de Dios. Esto desde luego implica muchas cosas. Pero, en vista que Jesús es la mayor revelación que Dios ha hecho de sí mismo, observándolo podemos deducir algo del carácter moral de Dios. Pablo decía que Jesús es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15). A partir de aquí, podemos deducir que la virtud incluye compasión, misericordia, justicia, mansedumbre y humildad pues Cristo Jesús, con su vida y su muerte nos mostró todas estas cosas (Mateo 3:5, 9:36, 11:29 & Romanos 3:21 5:8).

Conocimiento. El creyente debe esforzarse por añadir a su fe y virtud, el conocimiento de la Escritura. En esta carta, en la que Pedro denuncia el carácter y las enseñanzas destructivas de los falsos maestros, no debe sorprendernos que exhorte a los creyentes a crecer en el entendimiento de su fe (2 Pedro 2:1-3). Pedro no es el único a este respecto, porque Pablo también ve una fuerte relación entre la vida piadosa y la sana enseñanza de la Escritura (1 Timoteo 6:3 & Tito 1:1). Pedro nos exhorta a esforzarnos en añadir entendimiento de la fe, como un medio para ser guardados sin caída.

Dominio propio. Además, debemos añadir y cultivar la disciplina propia. El dominio propio es el fruto del Espíritu por medio del cual podemos tener nuestras vidas bajo el control del Espíritu Santo. Es decir, tener los pensamientos, emociones, los deseos, apetitos y nuestra voluntad en general bajo el dominio y gobierno del Espíritu. Todo esto para vivir en obediencia a la biblia, para hacer lo que refleja el carácter de Cristo y en última instancia, para hacer lo que glorifica a Dios. Esto nos guardará de las tentaciones, de una vida licenciosa y de la pereza. El dominio propio nos guardará de la caída.

Paciencia. Aunque esto puede aplicar a nuestra relación con los hombres, el énfasis aquí creo que está en la capacidad para soportar la persecución y la adversidad (que también puede ser provocada por los hombres). Es importante la paciencia, mientras esperamos al regreso de Cristo (que también es el énfasis de esta carta), paciencia en medio de las pruebas y en medio de las injusticias de este mundo. La paciencia es una virtud que nos guardará de la caída.

Piedad. La palabra se escribe eusebeo (EU=bueno, SEBOMAI=reverenciar, adorar, honrar). La palabra piadoso describe una persona que reverencia y honra a Dios. Una persona que se caracteriza en sus actos, sus actitudes y sus motivaciones como alguien que procura adorar y honrar al Señor.

Era una palabra muy usada por el apóstol Pablo. De las 15 veces que aparece en el Nuevo Testamento, 11 veces las usa el apóstol a los gentiles. Lo interesante es que la mayoría de las veces la usó en sus cartas a Timoteo, en contraste con el carácter corrupto e inmoral de los hombres del final de los tiempos. La piedad está en oposición a la avaricia, el egoísmo, la sensualidad, la insensibilidad, la soberbia, los deleites mundanos y la vanagloria. Por eso, le dijo a Timoteo: Ejercítate para la piedad (1 Timoteo 4:7). En un sentido la piedad también se puede describir como la reverencia y honra que damos a Dios cuando mostramos sensibilidad, compasión, generosidad, humildad, honestidad, mansedumbre, sobriedad, diligencia y contentamiento en lo que hacemos.

Afecto fraternal. Aquí Pedro está enfatizando el amor hacia los hermanos en la fe. Por eso Jesús le dijo a sus discípulos: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otro ( Juan 13:35). El apóstol Pablo dijo: Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gálatas 6:10). Por su parte, Juan también hizo eco de esta exhortación diciendo: Querido hermano, te comportas fielmente en todo lo que haces por los hermanos, aunque no los conozcas (3 Juan 1:5). Cultivar el amor entre hermanos, es un poderoso medio para guardarnos sin caída, pues nos ayuda a estar rodeados de hermanos que también velarán por nosotros y nos exhortarán e inspirarán para vivir piadosamente. Estar junto al pueblo de Dios, sirviendo al pueblo de Dios nos ayudará a mantener una fuerte consciencia de la presencia de Dios, para ser guardados de la caída.

Amor. Para terminar, Pedro menciona el fruto que debe caracterizar al creyente. Nos recuerda el amor que debemos a todos, no solo a los hermanos, sino también al prójimo. Debemos cultivar y ejercitarnos en dispensar el amor de Dios hacia todos. Este amor se expresa en la medida que servimos a los hombres, los tratamos con dignidad, los soportamos, los perdonamos y les mostramos la misma disposición que Dios ha tenido con nosotros en Cristo.

 

¿Cómo añado estas virtudes?

Creo que hay por lo menos cuatro cosas que podemos hacer para añadir o cultivar estas virtudes en nuestra vida.

Lo primero, es reconociendo cuando estas virtudes no están presentes. En este sentido, podemos citar las palabras de CS Lewis quién dijo “Si alguien quiere adquirir humildad, creo que puedo decirle cuál es el primer paso. El primer paso es darse cuenta de que uno es orgulloso. Y este paso no es pequeño”. Tomando como punto de partida la lógica de Lewis, lo primero para crecer y fortalecer estas gracias en nuestra vidas, es reconociendo que no las tenemos.

Lo segundo, es arrepintiéndonos por ello. Es decir, si Dios nos manda añadir paciencia, dominio propio y afecto fraternal, deberíamos tomarlo como un pecado y pedir perdón a Dios cuando no mostramos paciencia, cuando no ejercemos el dominio propio y cuando no amamos a los hermanos. Las virtudes, el fruto del Espíritu y el carácter de Cristo se cultiva cuando las regamos con las lágrimas del arrepentimiento. Arrepentimiento cuando no evidenciamos las virtudes de Cristo.

Lo tercero para añadir estas cosas, es pedirlas a Dios que nos conceda verlas en nuestras vidas. El Señor mismo es quien nos ha dado las cosas necesarias para vivir de manera piadosa (2 Pedro 1:3) y a él debemos acudir para que el fruto de su obra en nosotros sea cada día más fuerte. Debemos pedir a Dios en oración nos conceda fortalecer esas cualidades para parecernos más a Cristo.

Lo cuarto y último para añadir estas virtudes y crecer en el carácter de nuestro redentor, es que deberíamos cultivar una mayor consciencia de nuestra salvación. Es decir debemos tener siempre presente y tener una fresca consciencia del perdón de nuestros pecados, para así ser motivados. En la medida que el evangelio produzca emociones y pensamientos, ese mismo evangelio nos ayudará a cultivar un carácter y una conducta propias de Cristo. Esto es lo que Pedro nos dice en el mismo pasaje que hemos considerado: Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados (2 Pedro 1:9).

Para Pedro, no evidenciar el carácter de Cristo es resultado de haber olvidado el evangelio del perdón. O para decirlo en otros términos, un creyente que no ha sido abrumado y conmovido por la gracia de la salvación y que no está gozoso y agradecido por el perdón de sus pecados, nunca cultivará ni crecerá en estas virtudes y de esa manera estará más expuesto a la caída.

Que el Señor nos ayude.

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