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“Yo amo al apóstol Pablo”, dijo John Piper al concluir su mensaje en la conferencia de Coalición por el Evangelio la semana pasada. ¿La razón? Por muchas razones, pero sobre todo por lo que nos dejó en los escritos del Nuevo Testamento. Y creo que en un sentido, esto de amar, apreciar (o querer a Pablo) es cierto de todo creyente que ha sido bendecido por su historia y sus cartas.

De la vida de Pablo he aprendido mucho. Su enseñanza, su compromiso con el evangelio, su devoción por Dios, su celo por la verdad, su amor por la iglesia, su disposición a sufrir sin quejarse, su sensibilidad para tratar temas delicados, su humildad, su perseverancia, su fervor, etc. Si soy honesto, debo reconocer que no solo he sido inspirado sino también desafiado y confrontado por las actitudes y cualidades del apóstol.

Pablo fue un hombre extraordinario.

Sin embargo, al evaluarlo, seríamos injustos si no destacamos la estima y el valor que Pablo tenía por la oración. Para el apóstol a los gentiles, la oración jugaba un papel importante e indispensable en su vida y ministerio. Pablo oraba y exhortaba a la iglesia a no descuidar la oración. Lo repitió en sus cartas. En esto fue incisivo, persistente y enfático.

Pablo creía en la oración.

Ahora bien, esto no solo es evidente por su propia vida de oración y por los constantes llamados a esta disciplina, sino también por que el apóstol pedía oración por él. Para Pablo era necesario que otros hermanos intercedan por él.

Veamos:

  • Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta; (‭Romanos‬ ‭15‬:‭30-31‬)
  • cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos. (‭2 Corintios‬ ‭1‬:‭11‬)
  • orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar. (‭Efesios‬ ‭6‬:‭18-20‬)
  • Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, (‭Filipenses‬ ‭1‬:‭19‬)
  • Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. (‭Colosenses‬ ‭4‬:‭2-4‬)
  • Hermanos, orad por nosotros. (‭1 Tesalonicenses‬ ‭5‬:‭25‬)
  • Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. (‭2 Tesalonicenses‬ ‭3‬:‭1-2‬)

No olvidemos que Pablo escribió 13 cartas: 4 dirigidas a individuos y 9 a iglesias. Si notaste en esta lista, llama la atención que Pablo pide casi en todas las cartas dirigidas a iglesias que oren por él. En las únicas que no lo hace son 1ra Corintios y en la carta a los Gálatas. Esto creo es fácil de explicar: Estas dos epístolas fueron escritas para lidiar con serios problemas doctrinales y de conducta, y al parecer, Pablo no siente que pueda confiarles, tan importante y noble responsabilidad.

Pero aquí podemos concluir que para el apóstol es necesario recordar a las iglesias que oren por él. Al parecer, sus oraciones no son suficientes. Pidió oración a la iglesia de Roma, a los Corintios (en la 2da carta), a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses y a los Tesalonicenses (en ambas cartas). Sin duda, aquí hay una profunda lección: Pablo reclutaba socios de oración.

Pero ¿Qué motivaba a Pablo a pedir oración?

Creo que se puede responder esto de muchas maneras, pero los mismos textos citados nos pueden dar luz a este respecto.

1. Pablo estaba consciente de la gran tarea que tenía por delante. Quería llevar el evangelio a todo el mundo y necesitaba que el Señor abriera puertas. Sabía que sin la ayuda de Dios no podia lograr mucho.

2. Pablo entendía la gran oposición espiritual y los obstáculos que enfrentaba. Pablo pasó tiempo en prisión y tenía muchos enemigos de los que necesitaba ser librado, y veía en la oración una gran ayuda.

3. Pablo entendía su propia fragilidad y debilidad. Quería comunicar el evangelio con denuedo, firmeza y claridad y pedía que lo ayudaran a orar por eso.

4. A todo esto creo que es legítimo añadir algo que es evidente en sus cartas: Pablo reconocía su propia pecaminosidad. Es decir Pablo reconoce su flaqueza para permanecer fiel a Dios y a la vez es consciente que su corazón está inclinado al mal (Leer Romanos 7:15-24). Sabe que si Dios no lo ayuda, es muy poco lo que puede lograr como apóstol y como creyente. Pablo necesita que otros oren por él.

Una lección para nosotros

Si la consciencia de (1) su responsabilidad ante Dios, (2) de la oposición espiritual y (3) de su pecaminosidad hicieron del apóstol Pablo un hombre profundamente comprometido con la oración, creo que es justo decir que todos los creyentes necesitamos de esta triple consciencia. La oración (la que hacemos y la que otros hacen por nosotros), será un medio al que apelemos con determinación y firmeza, cuando seamos más conscientes de estas realidades.

Si la oración no es central en nuestras vidas, al menos ya sabemos qué cosas debemos cultivar y pedir a Dios: Que seamos despertados a (1) una mayor consciencia de lo que es vivir para Su gloria, (2) una mayor consciencia de la oposición espiritual y (3) una mayor consciencia del pecado que mora en nosotros. Que el Señor nos permita estar persuadidos de cuán débiles, frágiles e inclinados al mal estamos.

Necesitamos de la ayuda divina desesperadamente, y por eso debemos buscar a Dios en oración. Necesitamos de la ayuda divina y que otros también oren por nosotros. El apóstol lo sabía. Por eso, Pablo era un creyente que oraba y que pedía oración.

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