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Al leer en las noticias acerca de las persecuciones que están sufriendo muchos cristianos en otros lugares del planeta, por un lado nos escandaliza y entristece; pero por el otro lado, nos parece algo tan lejano a nuestra experiencia. Nosotros vivimos en Occidente en una condición muy distinta a la que viven muchos de nuestros hermanos en países como Siria, Irán o Corea del Norte. Por la soberanía de Dios, nosotros disfrutamos de una libertad que ellos no tienen y, en sentido general, podemos decir que no corremos los mismos riesgos que ellos corren por causa de nuestra fe.

Sin embargo, a pesar de eso no debemos olvidar que el mismo principio de maldad y de rechazo que se encuentra operando en aquellos países donde los cristianos son perseguidos abiertamente es el mismo que opera en países como los nuestros, aunque se manifieste de una forma mucho menos agresiva y más sutil.

El Señor advirtió claramente a Sus discípulos que serían aborrecidos por el mundo por causa de Su nombre, y que aun sus propios familiares se volcarían contra ellos por el simple hecho de estar asociados con Él. “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí” (Mt. 5:11). El mundo aborrece a Cristo y, por esa misma razón, aborrece a todo aquel que le sigue y quiere serle fiel, por la sencilla razón de que el Cristo que se revela en las Escrituras representa todo lo que el hombre rechaza.

Ese Cristo nos recuerda que no somos pequeños dioses alrededor de los cuales debe girar el universo, sino mas bien pecadores condenados que merecemos justamente la ira de Dios por causa de nuestros pecados. Ese Cristo nos confronta con nuestra impotencia y nuestra maldad, y nos hace ver que nuestra decencia y nuestras buenas obras no sirven de nada para ganar el favor de Dios, porque esa moneda no circula en el reino de los cielos.

De manera que es imposible que sigamos y prediquemos a ese mismo Cristo sin cosechar ninguna consecuencia en este mundo caído. Esa es una de las grandes lecciones que aprendemos en Marcos 6:14-29 donde se narra la muerte de Juan el Bautista. Si desea ver la exposición de este pasaje, puede hacerlo aquí:

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