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Durante la mañana de este domingo pasado, compartimos en IBSJ la exposición de Marcos 6:1-6, con un sermón titulado “La tragedia de la incredulidad”. Allí pudimos ver que, aunque los habitantes de Nazaret reconocen la sabiduría y el poder de Jesús, ellos deciden rechazarlo en contra de toda evidencia. En vez de postrarse delante de Él y reconocerle como Señor, reaccionan con incredulidad, porque Jesús era muy familiar para ellos (Mr. 6:2-3). La reacción de Jesús ante la incredulidad de la gente no fue una pasiva. Su incredulidad era un insulto para Jesús, de la misma manera que nuestra incredulidad es un insulto a quien Dios es (Mc. 6:4). La incredulidad de esta gente vino a ser un obstáculo para recibir los beneficios de gracia del Dios de toda gracia (Mr. 6:5). La incredulidad de estos hombres y de Nazaret causó una profunda tristeza en el corazón del Señor (Mr. 6:6).

Debido a la condición espiritual del hombre, es sorprendente que una persona, un ser humano racional, ante toda la evidencia de Dios se rehúse a creer. Puesto que el hombre en su pecado no quiere creer, es sorprendente que crea. Solo Dios en su gracia puede obrar en el corazón de un incrédulo y hacerlo creer, como sucedió, de hecho, con los hermanos de Jesús (compare Jn. 7:5 con Hch. 1:13-14). Usted es responsable de su incredulidad, pero de Dios es la gloria de que pueda creer, porque “la salvación es del Señor” (Jonás 2:9).

Si le interesa, puede ver el sermón completo aquí debajo:

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