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La justificación es el acto legal por el cual Dios declara justo al pecador cuando este se arrepiente. Dios le atribuye a Cristo los pecados del pecador y atribuye al pecador la justicia perfecta de Cristo. Así el creyente es considerado como habiendo cumplido todas las demandas de la justicia divina. El pecador es justificado por gracia, por medio de la fe en Jesucristo.

El que estaba condenado, ahora ha sido justificado. Es decir, nuestra nueva posición ante Dios es la de una perfecta justicia que nos ha sido imputada: La justicia de Cristo. Ahora somos aceptados, aprobados y justos ante Dios en base a la obediencia de Cristo.  ¡Hemos sido salvados gratuitamente!

El apóstol Pablo fue el encargado de elaborar esta doctrina en sus epístolas y muy especialmente en las cartas a los Romanos y a los Gálatas. Pablo abarcó casi dos capítulos (Rom 3:21-5:21) para establecer el fundamento bíblico de la justificación y en el resto de la carta y demás epístolas, abundó sobre las distintas aplicaciones de esta verdad.

Entre los muchos, eternos y grandes beneficios que comporta la justificación, entender bien esta doctrina también puede guardar a los creyentes de prácticas no bíblicas y del engaño de los falsos maestros.

Martín Lutero enseñaba que la iglesia cae o se sostiene dependiendo del entendimiento de esta doctrina. La justificación es el fundamento de la salvación y es el corazón del evangelio. Por eso debe ser enseñada y defendida por la iglesia. Una deficiente comprensión de esta verdad, representa varios y serios problemas para el creyente. Uno de esos peligros, es la vulnerabilidad ante prácticas y enseñanzas sin sustento bíblico, tan comunes hoy. Una lectura de Gálatas nos lleva a concluir que para Pablo, un sólido entendimiento de la justificación y sus implicaciones es el antídoto contra las enseñanzas de los falsos maestros.

A continuación quiero explicar como el entender esta verdad guardará al creyente a éste respecto:

Comprender la Justificación librará al creyente de una vida que depende de sus esfuerzos y sus logros. Muchos en la iglesia confían y dependen de sus propios esfuerzos para sentirse aprobados ante Dios. Una predicación moralista que se solo se limita a lo que debemos hacer, contribuyen a esto. Cuando nos apoyamos en nuestra buena conducta para procurar el favor de Dios, hemos perdido de vista la salvación gratuita que nos ofrece el evangelio y en palabras de Pablo, nos hemos “desligado de Cristo”(Gálatas 5:4). Cuando en los púlpitos solo se insiste en nuestra moral, la vida del creyente se puede convertir en una pesada carga de obras que producen una forma de esclavitud a ellas.

Comprender la Justificación nos guardará de una jactancia por los logros personales y los progresos en la fe. Cuando comprendemos que hemos sido justificados por gracia y que toda la experiencia de la salvación es un acto de la gracia divina, entonces toda forma de vanagloria y jactancia será innecesaria y hasta ridícula. En un creyente, un comentario jactancioso puede sonar ridículo, pero una actitud jactanciosa es preocupante. Es síntoma de un profundo desconocimiento o desprecio de la gracia de la salvación. Es lamentable que la jactancia por los bienes obtenidos, tan típica de los falsos maestros, arrastren a los creyentes en la misma dirección. Es cierto que debemos ser diligentes, obedientes, debemos esforzarnos por agradar a Dios, debemos orar y servir al Señor, pero nunca debemos pensar que los beneficios que recibimos están separadas de la gracia de la salvación. Todo lo que obtenemos como creyentes reposa sobre nuestra justificación. Todo es por gracia. Pretender que somos dignos de algo es ignorar esta verdad.

Comprender la Justificación nos protegerá de la falsa y peligrosa pretensión de comprar el favor de Dios con las ofrendas que damos. Pactar con dinero para recibir algo a cambio es una forma de ello. Esto tiene relevancia desde la misma Reforma protestante. En ese tiempo se enseñaba que la compra de indulgencias aceleraba el tiempo del pecador por el purgatorio, en su camino al cielo. Hoy, en los canales de televisión, en las radios y en las mismas iglesias, se anima a los creyentes a dar dinero a cambio de sanidad, de un milagro o de una bendición monetaria. En ocasiones se llega al extremo de enseñar que la dimensión del milagro que necesitamos determina la cantidad de dinero que debemos ofredar. Es decir, mientras mayor es nuestra necesidad , más generosa debe ser nuestra ofrenda. Eso es una práctica impía, deshonesta, una burla al evangelio y un insulto a la suficiencia y a la gloria del sacrificio de Cristo.

 

Conclusión

Entiendo que no son los únicos beneficios, pero al menos estos nos dan una idea clara de lo importante que es entender nuestra justificación. El pueblo cristiano siempre tuvo la necesidad de comprender esta doctrina. En la Galacia del primer siglo la iglesia debió ser advertida porque corrían el riesgo de despreciar la gracia de la justificación. En la Europa del siglo XVI, en un sentido el problema fue el mismo: Un deficiente entendimiento de la salvación. En honor a la verdad, una comprensión bíblica de la justificación fue el detonante para la Reforma Protestante. Y en este siglo XXI tenemos el mismo desafío: la iglesia necesita volver a un robusto y bíblico entendimiento de esta gloriosa verdad.

Por eso, los pastores debemos asegurarnos que estamos enseñando y asegurarnos que nuestras iglesias están entendiendo la justificación y todas sus implicaciones. Aunque la mencionemos en nuestros sermones, debemos intencionalmente repetirla, explicarla, enseñarla con frecuencia. Por otro lado, si eres miembro de una iglesia, pídele a tu pastor que la enseñe y procura individualmente crecer en la comprensión de esta doctrina.  Lee Romanos 3:21-5:21, estudia el libro de Gálatas, lee artículos y libros del tema (los puedes encontrar en español y en inglés). Consigue el capítulo de la Justificación de alguna Teología Sistemática y estúdiala. Medita, reflexiona y habla de ella en tu hogar y con los hermanos de tu iglesia. Ora y pídele al Señor te conceda comprender esta verdad, que te permita discernirla, confiar en ella, abrazarla, apreciarla y vivir en conformidad a ella.

La justificación por la fe en Cristo, es el tema dominante de la Biblia. Es el fundamento de nuestra salvación, es el gozo del afligido, la firmeza del débil, la motivación del adorador, el combustible de la piedad y la única esperanza del pecador. Cristo es nuestra justicia. Cristo es nuestro fundamento. Cristo es todo.

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