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El deleitarnos en Dios y ser más como Él no va a pasar por coincidencia. No nos levantaremos un día y de pronto nos daremos cuenta que somos mucho más santos que antes, porque tuvimos buen sueño la noche anterior. Más bien, la santificación progresiva es el resultado de pequeñas acciones diarias que, a su tiempo, van a dar fruto de salvación en nuestras almas. Un amigo me recordó esta gran verdad en estos días, y eso me llevó a un tuit simple que quiero expandir en este corto artículo.

 

1. Lee la Biblia

Bien nos dice el apóstol Pedro que, si hemos gustado de la bondad del Señor, deseemos “como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación” (1 P. 2:2). Por un lado, ya que Dios es el autor de la Escritura, ningún otro libro puede mostrarnos a Dios como las Sagradas Escrituras. Y al ver a Dios, somos cambiados. Por otro lado, ya que Dios es nuestro creador, ningún otro libro puede explicarnos mejor lo que somos y por qué actuamos como actuamos. Y al conocernos mejor, podemos correr diariamente a la misericordia de nuestro Señor derramada en la cruz.

2. Ora

El Señor Jesús le hizo este sobrio recordatorio a sus discípulos: “Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26:41). ¡Amén! Cuán débil somos en nosotros mismos. Por tanto, cuánto necesitamos de la oración. Nuestro espíritu es fortalecido al pasar tiempo buscando el rostro de nuestro Señor, y así podemos ser fortalecidos para el día de la tentación y recordados de la bondad de nuestro Salvador.

3. Escucha sermones

Un buen sermón no es más que una correcta exposición de la Palabra, y el primer sermón de los apóstoles nos recuerda los resultados de escuchar correctamente un sermón lleno del poder de Dios: “Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Hermanos, ¿qué haremos?” (Hch. 2:37). Hoy tenemos la bendición de poder escuchar cientos o miles de exposiciones de la Palabra que pueden también conmovernos profundamente y llevarnos a adecuar nuestras vidas a la voluntad de Dios. Te recomiendo los sermones de la Iglesia Bautista Internacional y la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, entre muchas otras más. Y si hablas inglés, los sermones de Sovereign Grace Church of Louisville. Si te es posible, no dejes de volver a escuchar los sermones de tu congregación.

4. Lee buenos artículos

Un buen artículo no es más que tomar alguna enseñanza de la Palabra de Dios y aplicarlo a alguna situación particular. En ese sentido, creo que los artículos son una de las formas que Dios usa para abrir nuestros ojos para que veamos las maravillas de Su Ley (Sal. 119:18). Hace unos años había muy poco contenido en nuestra lengua madre, pero en los últimos años Dios nos ha ido bendiciendo con una amalgama de escritos, y bendito sea Él por eso. Te recomiendo los escritos de Coalición por el Evangelio y 9 Marcas, mientras también otros ministerios como Soldados de Jesucristo (con los buenísimos “Solid Joys” en español), Joven Verdadera y The Master’s Seminary, junto a muchos otros que están haciendo un buen trabajo. Si lees inglés, The Gospel CoalitionFor The Church y Desiring God son mis páginas más recomendadas para esto. Una salvedad sobre este tema: asegúrate que lo que estés leyendo sea saturado de la Palabra y sea centrado en el evangelio.

5. Medita en la Palabra

Cinco minutos en la Biblia no es suficiente, como tampoco lo es leer un capítulo o dos o tres o cinco sin pasar tiempo meditando en el contenido. Recuerda que el hombre bienaventurado no es el que escucha o conoce la Biblia, sino el que “en la ley del Señor está su deleite, Y en Su ley medita de día y de noche” (Sal. 1:2). Saca papel y lápiz y siéntate con un libro o pasaje de la Escritura frecuentemente. Diariamente. Hazle preguntas al textos. Revisa las palabras repetidas y la relación entre los indicativos (lo que Dios ha hecho) y los imperativos (lo que nos manda a hacer en respuesta). Recuerda lo que leíste durante el día, en tus conversaciones o mientras estás en el autobús. Escucha la Biblia mientras estás conduciendo. Memoriza versículos. Busca tu deleite y tu meditación en la Palabra inspirada por Dios (2 Tim. 3:16), que nos da la sabiduría que nos lleva a la salvación (2 Tim. 3:15).

6. Lee buenos libros

Igual como con los artículos, los buenos libros nos ayudan a abrir nuestros ojos a las maravillas de la Palabra de Dios. A diferencia de los artículos, un buen libro puede profundizar mucho más en alguna verdad particular de la Biblia. Además, nos pueden ayudar a sistematizar nuestra teología, a conocer mejor el mover de Dios en la historia o en nuestros tiempos, o aun a mostrarnos más claramente la verdad a través de la ficción. Sabemos que no es fácil saber cuáles libros escoger, pero te puedo recomendar todo los Recursos Coalición. El pastor Sugel Michelén también tiene una excelente lista de 249 libros recomendados. En lo personal, trato de estar leyendo al menos dos libros, usualmente tres: Uno de historia, uno de teología o vida cristiana, y uno de ficción.

7. Evangeliza

Nosotros fuimos creados en Cristo Jesús para buenas obras (Ef. 2:10), siendo la principal de todas el cumplimiento de la Gran Comisión (Mt. 28:19-20). Bien nos advirtió nuestro Señor que “Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres” (Mt. 5:13). Así como el agua posada se estropea, un discípulo que no está compartiendo su fe se atrofia. Por el contrario, un discípulo que está constantemente hablándole a otros de Jesús es uno que está constantemente siendo renovado y llenado del Espíritu. Entonces: ¡evangeliza! Haz tu función como sal y luz y cuéntale a otros acerca de la vida y muerte de Cruz de Jesús el Hijo de Dios a favor de pecadores como tú y yo. Al recordar(te) y predicar(te) estas cosas, “asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”(1 Tim. 4:16).

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