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El otro día estaba explorando una tienda de libros y me sorprendió encontrar una copia de ¡Qué buena pregunta! escrita por R. C. Sproul (un muy buen recurso para el cristiano con dudas). Me sorprendió porque puede ser bastante difícil encontrar buenos libros cristianos en Guatemala, y porque en el mismo estante encontré muchos otros títulos, todos teniendo que ver con la autoayuda.

¿Te has dado cuenta que uno siempre encuentra los libros de autoayuda o superación juntos a los libros sobre el cristianismo? Estos se reconocen por sus títulos llamativos: “5 pasos para mejorar tu vida”, “El secreto del éxito”, “Cómo convertirte en una persona feliz”, y hasta he visto un libro revelando el secreto para erradicar el cáncer con pensamientos positivos.

Supongo que los libros de autoayuda se encuentran juntos a los libros de cristianismo porque las personas que los leen están buscando la misma cosa: una solución a los problemas de su vida. Y mientras que los libros de autoayuda puedan diagnosticar los malos hábitos o la mala actitud que podemos cultivar, temo que fracasan en recetar la medicina correcta.

Entonces, quiero compartir cinco razones por las que no debes correr a un libro de autoayuda para encontrar la solución a tus problemas (y también el lugar donde sí puedes encontrar la verdadera ayuda que necesitas):

1. No existe tal cosa como autoayuda.

Una parte esencial de las buenas noticias del evangelio son las malas noticias a las que sigue. Dios salva a pecadores a través de Cristo (Jn. 3:16). Pecadores que son incapaces de salvarse a sí mismos, mucho menos ayudarse a sí mismos de cualquier manera eterna y significante (Tito 1:15-16). Los libros de autoayuda olvidan una gran realidad sobre la naturaleza del hombre: es pecaminosa, y por ende, nos hace completamente incapaces de autoayudarnos.

La Biblia no nos presenta un mensaje de autoayuda, sino uno de Cristo-ayuda. En Cristo somos ayudados de la manera más profunda y amorosa posible: Él murió en nuestro lugar sufriendo la pena de nuestro pecado y librándonos de su condenación (Ro. 8:1). Ahora tenemos libertad en Cristo para crecer en Él y obedecer como Él, no porque nos autoayudamos, sino porque Él nos ayudó.

2. El cristianismo no se trata de convertirte en una mejor persona.

Tal vez crees que Cristo fue suficiente para asegurar tu salvación, pero ahora te toca a ti mejorar como persona. El problema es que aunque ya eres salvo, todavía luchas con los mismos pecados de antes, y sus consecuencias te deprimen y hasta desesperaran a veces. Entonces, ¿qué haces? Corres a un libro con un nuevo método para superar estos obstáculos. Mejoras por un tiempo, pero luego caes en las mismas rutinas. Es hora de buscar otro libro. Repites este proceso hasta que finalmente ya no lo aguantas más y no sabes a dónde correr.

¿Ves el problema? Tienes un entendimiento atrofiado del evangelio. Lo valoras para tu salvación, pero lo olvidas para tu santificación. Los libros de autoayuda se aprovechan de tus sentimientos de ser “inadecuado” o “no lo suficientemente bueno” y te dan consejos superficiales a los problemas más profundos de tu vida.

El evangelio no solamente es la entrada a la fe es: el camino sobre el cual caminamos todos los días para crecer en Jesús, para ser como Jesús. El evangelio nos marca como personas que necesitan regresar a la cruz no para ser salvos una y otra vez, pero para recordar cómo fuimos salvados y quién tiene el poder para verdaderamente cambiar no solo nuestra condición delante de Dios, pero nuestra vida diaria también.

3. Dios quiere tu corazón, no solamente tu comportamiento.

Mientras que las buenas obras son necesarias para la vida cristiana (Ef. 2:10), la Biblia enseña claramente que las mismas no nos convierten en “mejores personas”, sino que son el resultado de una salvación por gracia llevada a cabo por Dios (Ef. 2:8-9). Los libros de autoayuda tienen una vista muy pequeña de lo que Dios hace en nuestras vidas, y buscan producir resultados con técnicas, métodos, o pasos pragmáticos que seguir. Libros de autoayuda tratan de convencernos con argumentos como “Si solo cambiaras tu actitud y practicaras este hábito en tu vida, entonces te convertirías en una mejor persona”. No estoy proponiendo adoptar una mala actitud o practicar hábitos dañinos, pero esas cosas no nos pueden convertir en mejores personas.

Regresando a los puntos anteriores, no existe tal cosa como autoayuda porque para poder ayudarnos a nosotros mismos tenemos que ser buenos, y por causa de nuestro pecado, nadie es bueno (Ro. 3:23). Nadie, excepto Jesús. Y Cristo no vino a enseñarnos a portarnos bien, ni a darnos pasos para superar nuestras metas. Cristo vino a salvar a los personas pecaminosas, dándoles un nuevo corazón, para estar reconciliados con Dios (Ez. 11:19; Jer. 24:7). Es más que comportamiento y actitud, es nuestro corazón que debe cambiar. Y solo Cristo puede hacer eso.

4. Más que cambiar nuestras circunstancias, Dios usa nuestras circunstancias para cambiarnos a nosotros.

Muchos queremos que Dios nos muestre gracia liberadora: la gracia que inmediatamente cambia nuestra situación difícil a algo más cómodo y gratifica los deseos de nuestro corazón al instante. Pero a Dios no le interesa darnos una vida cómoda. Uno de los errores centrales en la cosmovisión de los libros de autoayuda es que asume que el fin de nuestra vida es encontrarnos en circunstancias cómodas donde digamos, “Yo estoy bien, tú estás bien, todo está bien”. Y si las cosas no están bien, entonces debes estar haciendo algo mal, y aquí están nueve pasos para ponerte en el camino correcto.

Dios no nos promete comodidad o circunstancias perfectas. Al contrario, el cristiano puede esperar enfrentar situaciones muy difíciles en su vida (2 Tim. 3:12). Muchas veces a causa del mismo evangelio en el cual confía (Jn. 15:20). Entonces, si nos encontramos en momentos dificultosos, podemos estar seguros que no es porque estamos viviendo contra la voluntad de Dios, o porque estamos haciendo algo mal. Simple y sencillamente, Dios puede estar usando las circunstancias difíciles de nuestra vida para formarnos más a Su imagen. Eso es gracia incómoda, pero gracia necesaria.

El fin de la vida cristiana no es mejorarnos a nosotros, ni mejorar nuestras circunstancias, sino ser conformados a la imagen de Cristo en cualquier circunstancia para Su gloria.

5. El evangelio es suficiente.

Podemos y debemos leer muchos libros. Dios, en su gracia, ha dotado a muchas personas en su Iglesia a través de los siglos con sabiduría arraigada en las Escrituras de quienes podemos aprender mucho. Pero nuestra responsabilidad como creyentes es siempre leerlos con nuestra Biblia abierta al lado. Comparamos las palabras de los hombres con la Palabra de Dios y si la primera no se somete a la segunda, nos quedamos con la segunda.

No necesitamos correr a un libro de autoayuda para encontrar alivio porque Cristo ya corrió a nosotros. Él sigue con nosotros. Él es tan suficiente para nuestro crecimiento espiritual como lo es para nuestro nacimiento espiritual. Cuando me siento mal, culpable, o triste —sea por causa de mi pecado o el pecado de alguien más—, no tengo que buscar una solución fuera de Cristo porque Cristo mismo fue la solución cuando yo era el problema. Él murió para liberarme de la culpabilidad que siento por el pecado, de la esclavitud que siento al pecado, y de la desesperación que siento en el pecado. Regresar a Cristo todos los días con un corazón arrepentido y humilde nos ayudará mil veces más que cualquier libro que declara poder ayudarnos.

Mejor, corramos a Cristo.

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