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En los próximos días estaré considerando aquellos pasajes de las Escrituras donde Dios revela claramente que Él no quiere la muerte del que muere (Ez. 18:32), o dónde se declara que Él quiere todos los hombres vengan al arrepentimiento y sean salvos (1Tim. 2:5; 2P. 3:9). Pero antes de abordar estos textos es de suprema importancia que consideremos primero los dos aspectos que la Biblia revela sobre la voluntad de Dios.

En un apéndice del libro La Soberanía de Dios, A. W. Pink hace un comentario muy relevante respecto al respecto:

“Al tratar el tema de la voluntad de Dios, algunos teólogos han diferenciado entre Su voluntad decretiva y Su voluntad permisiva, insistiendo que hay algunas cosas que Dios ha pre ordenado positivamente, pero que hay otras cosas que Él permite que existan u ocurran. Pero tal distinción no es en realidad distinción alguna, por cuanto Dios solo permite aquello que es conforme a su voluntad… Personalmente, preferimos adoptar la distinción hecha por calvinistas del pasado entre la voluntad secreta y la voluntad revelada”.

“La voluntad revelada de Dios es declarada en Su Palabra, pero Su voluntad secreta pertenece a Sus propios consejos escondidos. La voluntad revelada de Dios es lo que define nuestro deber y el estándar de nuestra responsabilidad. La razón primaria y básica de por qué yo debo seguir tal camino o hacer tal cosa es porque es la voluntad de Dios, siendo Su voluntad claramente definida para mí en Su Palabra. Que yo no debería seguir tal camino, o que yo debería refrenarme de hacer ciertas cosas, es porque ellas son contrarias a la voluntad revelada de Dios. Pero supón que yo desobedezco la Palabra de Dios, ¿no estoy entonces traspasando Su voluntad? Y si es así, ¿cómo puede ser aún verdad que la voluntad de Dios siempre es hecha y Su consejo cumplido en todo tiempo? Tales preguntas deben hacer evidente la necesidad de la distinción que defendemos aquí. La voluntad revelada de Dios es traspasada frecuentemente, pero Su voluntad secreta nunca se cambia. Que sea legítimo para nosotros hacer tal distinción concerniente a la voluntad de Dios es claro en la Escritura. Toma estos dos pasajes: ‘Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación’ (1Ts. 4:3); ‘Porque ¿Quién ha resistido a Su voluntad?’ (Rom. 9:19). ¿Podría cualquier lector consciente declarar que la ‘voluntad’ de Dios tiene precisamente el mismo significado en los dos pasajes? Esperamos que no. El primer pasaje se refiere a la voluntad de Dios revelada, el segundo a Su voluntad secreta. El primer pasaje tiene que ver con nuestro deber, el segundo declara que la voluntad secreta de Dios es inmutable y tiene que suceder no importa la insubordinación de la criatura. La voluntad de Dios revelada nunca es hecha perfecta ni completamente por ninguno de nosotros, pero Su voluntad secreta nunca falla en cumplirse aun en la cosa más mínima. Su voluntad secreta tendrá que ver mayormente con eventos futuros; Su voluntad revelada, con nuestro deber presente: uno tiene que ver con Su propósito irresistible, el otro con Su placer manifestado: uno es labrado sobre nosotros y es cumplido por medio de nosotros, la otra es para ser hecho por nosotros”.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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